Santuario de Magallón

En un montículo entre Leciñena y la Sierra de Alcubierre, enclavado junto a un camino jacobeo que llegaba desde Cataluña a Zaragoza, se levanta este santuario de grandes proporciones. El lugar tuvo culto desde antiguo: la leyenda cuenta cómo la Virgen, despechada por las muertes que se habían producido en el vecino pueblo de Magallón, decidió trasladarse a este lugar, apareciéndose al pastor leciñenense Marcén, que dio aviso al pueblo. Tras varios intentos de ubicación, la imagen manifestó el lugar exacto donde quería ser venerada.

 La entrada hacia la iglesia se produce a través de una escalinata que se prolonga por un largo pasillo, adonde dan las estancias de las cofradías. El templo es de planta rectangular con bóveda de lunetos, traza muy típica del siglo XVIII, al igual que la imagen de la Virgen que se venera en su camarín, una réplica de la original (perdida en 1936) escoltada en el altar mayor por dos cráteras.

El santuario fue siempre muy visitado, sobre todo por los zaragozanos, que atribuían a sus aires cualidades curativas. Su posición estratégica sobre la vía monegrina y la Sierra provocó su uso como fortaleza, cárcel y acuartelamiento en las guerras napoleónicas y en la de 1936, provocando un paulatino abandono. Su recuperación, por parte de un grupo de vecinos del pueblo, se produjo in extremis.

En el entorno quedan los restos de un pozo de hielo, un grandioso aljibe de 1560, restos de ermitas, capillas y un nido de ametralladoras.

El lugar es escenario de diferentes eventos, como los dances de embajadores de Robres, en mayo, de donde también es patrona, los dances de Leciñena el 15 de marzo, o representaciones de obras de teatro en distintos festivales.

Parte del edificio se dedica hoy a servicio hostelero, por lo que el santuario es visitable todos los días del año.